
Como undécimo trabajo Euristeo manda a Hércules que traiga las manzanas de oro de las Hespérides. Hércules emprende el viaje y llega al río Equedoro, donde combate con Cicno, hijo de Ares y de Pirene; Ares toma parte en la lucha a favor de su hijo, pero un rayo de Zeus separa a los contendientes. Prosigue su viaje y llega al río Erídano y allí unas Ninfas, hijas de Zeus y de Temis, le revelan dónde se encuentra Nereo dormido. Hércules lo agarra y encadena, sin soltarlo a pesar de que Nereo toma toda clase de formas, hasta que Nereo le indica el sitio donde están las Hespérides y sus manzanas de oro.
Recorre entonces África, donde lucha con Anteo. Hércules logra vencerlo y darle muerte levantándolo en vilo y cortándole así el suministro de energía que recibía de la tierra. A continuación Hércules se dirige a Egipto , donde lleva a cabo un nuevo parergon, al enfrentarse con otro temible enemigo, también hijo de Poseidón, Busiris, que era rey de Egipto y acostumbraba a sacrificar a los extranjeros en el altar de zeus, en virtud del oráculo o profecía que le había formulado un adivino de Chipre llamado Frasio, según el cual cesaría la esterilidad que afligía los campos de Egipto si se sacrificaba a un extranjero cada año. Busiris siguió estas instrucciones, empezando por matar al propio Frasio, y continuando con unos cuantos extranjeros que llegaban al país. Hércules mató a Busiris.
Hércules prosiguió su viaje, ahora por Asia, llegando a Termidras, puerto de los Lindios, y después a Arabia, donde da muerte a Ematión, hijo de Titono y de la Aurora. Vueve a África, recibe de nuevo la vasija del sol y sale al Océano. Pasa después al continente inmediato, llegando al Cáucaso, donde realiza la liberación de Prometeo. Éste, en gesto de agradecimiento, le revela a Hércules unas instrucciones, que le serán de suma utilidad: le dice cuál es el camino que deberá seguir para llegar por fin a su objetivo, precaviéndole además que no debe ir él mismo hasta el jardín de las Hespérides, sino solamente a presencia de Atlas, a quien deberá convencer de que, dejando mientras tanto descansar la bóveda del cielo en los hombros de Hércules, vaya él a buscar las manzanas. Y aún le da un consejo más Prometeo sobre la manera de engañar a Atlas para que vuelva a cargarse sobre los hombros la bóveda celeste, previendo sin duda Prometeo que Atlas, al verse libre de la carga, no iba a querer volver a sostenerla y trataría de dejar a Hércules con ella encima.
Hércules cumple puntualmente las instrucciones de Prometeo y llega a presencia de Atlas; y sosteniendo, pues, el cielo sobre los hombros es como se encontraba éste cuando Hércules se le presenta y le convence de que vaya a buscar las manzanas, sustituyéndole Hércules como sostén de la bóveda celeste. Atlas coge en el jardín de las Hespérides las manzanas de oro y regresa con ellas a presencia de Hércules; pero, sintiéndose sin duda muy contento al verse aliviado del peso de la bóveda celeste, se niega a cargársela de nuevo, diciéndole a Hércules que él mismo llevará las manzanas a Euristeo. Y ahora es cuando Hércules hace uso del engaño que la había sugerido y recomendado Prometeo: le dice a Atlas que le sostenga un momento el cielo mientras el propio Hércules, se pone una almohadilla en la cabeza. Atlas cae en la trampa: deja en el suelo las manzanas y se carga a hombros el cielo, momento en el cual Hércules coge las manzanas y se aleja a buen paso despidiéndose de Atlas.
Hay, sin embargo, otra variante que dice que es el propio Hércules quien va al jardín de las Hespérides a coger personalmente las manzanas matando al dragón encargado de su protección. Pero en las dos versiones, Hércules lleva las manzanas a Euristeo, quien se las regala al propio Hércules; este a su vez se las da a Atenea, quien por último las devuelve a su lugar de origen, por no estar permitido que estuvieran en ningún otro sitio.
Recorre entonces África, donde lucha con Anteo. Hércules logra vencerlo y darle muerte levantándolo en vilo y cortándole así el suministro de energía que recibía de la tierra. A continuación Hércules se dirige a Egipto , donde lleva a cabo un nuevo parergon, al enfrentarse con otro temible enemigo, también hijo de Poseidón, Busiris, que era rey de Egipto y acostumbraba a sacrificar a los extranjeros en el altar de zeus, en virtud del oráculo o profecía que le había formulado un adivino de Chipre llamado Frasio, según el cual cesaría la esterilidad que afligía los campos de Egipto si se sacrificaba a un extranjero cada año. Busiris siguió estas instrucciones, empezando por matar al propio Frasio, y continuando con unos cuantos extranjeros que llegaban al país. Hércules mató a Busiris.
Hércules prosiguió su viaje, ahora por Asia, llegando a Termidras, puerto de los Lindios, y después a Arabia, donde da muerte a Ematión, hijo de Titono y de la Aurora. Vueve a África, recibe de nuevo la vasija del sol y sale al Océano. Pasa después al continente inmediato, llegando al Cáucaso, donde realiza la liberación de Prometeo. Éste, en gesto de agradecimiento, le revela a Hércules unas instrucciones, que le serán de suma utilidad: le dice cuál es el camino que deberá seguir para llegar por fin a su objetivo, precaviéndole además que no debe ir él mismo hasta el jardín de las Hespérides, sino solamente a presencia de Atlas, a quien deberá convencer de que, dejando mientras tanto descansar la bóveda del cielo en los hombros de Hércules, vaya él a buscar las manzanas. Y aún le da un consejo más Prometeo sobre la manera de engañar a Atlas para que vuelva a cargarse sobre los hombros la bóveda celeste, previendo sin duda Prometeo que Atlas, al verse libre de la carga, no iba a querer volver a sostenerla y trataría de dejar a Hércules con ella encima.
Hércules cumple puntualmente las instrucciones de Prometeo y llega a presencia de Atlas; y sosteniendo, pues, el cielo sobre los hombros es como se encontraba éste cuando Hércules se le presenta y le convence de que vaya a buscar las manzanas, sustituyéndole Hércules como sostén de la bóveda celeste. Atlas coge en el jardín de las Hespérides las manzanas de oro y regresa con ellas a presencia de Hércules; pero, sintiéndose sin duda muy contento al verse aliviado del peso de la bóveda celeste, se niega a cargársela de nuevo, diciéndole a Hércules que él mismo llevará las manzanas a Euristeo. Y ahora es cuando Hércules hace uso del engaño que la había sugerido y recomendado Prometeo: le dice a Atlas que le sostenga un momento el cielo mientras el propio Hércules, se pone una almohadilla en la cabeza. Atlas cae en la trampa: deja en el suelo las manzanas y se carga a hombros el cielo, momento en el cual Hércules coge las manzanas y se aleja a buen paso despidiéndose de Atlas.
Hay, sin embargo, otra variante que dice que es el propio Hércules quien va al jardín de las Hespérides a coger personalmente las manzanas matando al dragón encargado de su protección. Pero en las dos versiones, Hércules lleva las manzanas a Euristeo, quien se las regala al propio Hércules; este a su vez se las da a Atenea, quien por último las devuelve a su lugar de origen, por no estar permitido que estuvieran en ningún otro sitio.
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