domingo, 10 de mayo de 2009

La duodécima tarea de Hércules: El perro de tres cabezas, Cerbero


Y por fin el duodécimo y último trabajo que ordena Euristeo consiste en traer del Infierno a Cerbero, el perro de tres cabezas y una cola de dragón y múltiples cabezas de serpiente en el lomo. Hércules empieza por encaminarse a Eleusis, donde es purificado de la matanza de los Centauros por Eumolpo, y admitido después a los misterios. Marcha luego al extremo meridional del Peloponeso y por una abertura del Tenaro desciende al Infierno.
Al verle huyen las almas de los muertos a excepción de las de Meleagro y Medusa. A ésta le acomete Hércules con la espada, como si estuviera viva, hasta que Hermes le hace saber que es una mera imagen o sombra. Por su parte Meleagro celebra con él una conversación en la que le exhorta a casarse, a su regreso al mundo de los vivos, con su hermana Deyanira, cosa que en efecto hará Hércules por lo cual morirá después. Hércules encuentra, cerca de las puertas del Infierno, a Teseo y Pirítoo, allí encadenados por haber descendido con el propósito de raptar a Perséfone para Pirítoo; Hércules libera a Teseo, pero al intentar hacer lo mismo con Pirítoo se produce un temblor de tierra y Hércules renuncia a su propósito, por lo que Pirítoo permanece para siempre en el Hades, mientras que Teseo volverá al mundo de arriba con Hércules. Queriendo este proporcionar sangre a las almas del infierno, mata una de las vacas de Hades; el pastor que las guardaba, llamado Menetes, desafía a luchar a Hércules, quien le rompe las costillas, pero le perdona la vida a petición de Perséfone.
Por fin Hércules pide directamente a Plutón el perro que ha venido a buscar; Plutón le autoriza a llevárselo si es capaz de apoderarse de él sin hacer uso de sus armas; así lo hace Hércules, resguardado únicamente por su coraza y por la piel del león, y agarrando a Cerbero no lo suelta, a pesar de ser mordido por la serpiente que éste tenía en la cola, hasta que Cerbero se muestra domado o dispuesto a seguirle. Tras de lo cual emprende, con él y con Teseo, la ascensión, saliendo a flor de tierra por Trecén, llevando a Cerbero a presencia de Euristeo, y volviendo en seguida a llevarlo al infierno, donde lo deja definitivamente.
Después de realizar las doce tareas, Hércules pasaría todavía algunas aventuras antes de morir y entrar al Olimpo. El fuego devora la parte mortal de Hércules; la parte inmortal, es transladada al cielo y divinizada, y allí se produce al fin, junto a esa apoteosis, la celebérrima reconciliación de Hera con su hijastro sellada mediante el matrimonio de éste con Hebe, hija de aquella. Del matrimonio de Hércules con Hebe nacen dos hijos, Alexíares y Aniceto. Antes de morir ha ordenado también Hércules a su hijo Hilo, el mayor de los que ha tenido de Deyanira, que una vez llegado a edad adulta se case con Íole.

La undécima tarea de Hércules: Las manzanas de oro


Como undécimo trabajo Euristeo manda a Hércules que traiga las manzanas de oro de las Hespérides. Hércules emprende el viaje y llega al río Equedoro, donde combate con Cicno, hijo de Ares y de Pirene; Ares toma parte en la lucha a favor de su hijo, pero un rayo de Zeus separa a los contendientes. Prosigue su viaje y llega al río Erídano y allí unas Ninfas, hijas de Zeus y de Temis, le revelan dónde se encuentra Nereo dormido. Hércules lo agarra y encadena, sin soltarlo a pesar de que Nereo toma toda clase de formas, hasta que Nereo le indica el sitio donde están las Hespérides y sus manzanas de oro.
Recorre entonces África, donde lucha con Anteo. Hércules logra vencerlo y darle muerte levantándolo en vilo y cortándole así el suministro de energía que recibía de la tierra. A continuación Hércules se dirige a Egipto , donde lleva a cabo un nuevo parergon, al enfrentarse con otro temible enemigo, también hijo de Poseidón, Busiris, que era rey de Egipto y acostumbraba a sacrificar a los extranjeros en el altar de zeus, en virtud del oráculo o profecía que le había formulado un adivino de Chipre llamado Frasio, según el cual cesaría la esterilidad que afligía los campos de Egipto si se sacrificaba a un extranjero cada año. Busiris siguió estas instrucciones, empezando por matar al propio Frasio, y continuando con unos cuantos extranjeros que llegaban al país. Hércules mató a Busiris.
Hércules prosiguió su viaje, ahora por Asia, llegando a Termidras, puerto de los Lindios, y después a Arabia, donde da muerte a Ematión, hijo de Titono y de la Aurora. Vueve a África, recibe de nuevo la vasija del sol y sale al Océano. Pasa después al continente inmediato, llegando al Cáucaso, donde realiza la liberación de Prometeo. Éste, en gesto de agradecimiento, le revela a Hércules unas instrucciones, que le serán de suma utilidad: le dice cuál es el camino que deberá seguir para llegar por fin a su objetivo, precaviéndole además que no debe ir él mismo hasta el jardín de las Hespérides, sino solamente a presencia de Atlas, a quien deberá convencer de que, dejando mientras tanto descansar la bóveda del cielo en los hombros de Hércules, vaya él a buscar las manzanas. Y aún le da un consejo más Prometeo sobre la manera de engañar a Atlas para que vuelva a cargarse sobre los hombros la bóveda celeste, previendo sin duda Prometeo que Atlas, al verse libre de la carga, no iba a querer volver a sostenerla y trataría de dejar a Hércules con ella encima.
Hércules cumple puntualmente las instrucciones de Prometeo y llega a presencia de Atlas; y sosteniendo, pues, el cielo sobre los hombros es como se encontraba éste cuando Hércules se le presenta y le convence de que vaya a buscar las manzanas, sustituyéndole Hércules como sostén de la bóveda celeste. Atlas coge en el jardín de las Hespérides las manzanas de oro y regresa con ellas a presencia de Hércules; pero, sintiéndose sin duda muy contento al verse aliviado del peso de la bóveda celeste, se niega a cargársela de nuevo, diciéndole a Hércules que él mismo llevará las manzanas a Euristeo. Y ahora es cuando Hércules hace uso del engaño que la había sugerido y recomendado Prometeo: le dice a Atlas que le sostenga un momento el cielo mientras el propio Hércules, se pone una almohadilla en la cabeza. Atlas cae en la trampa: deja en el suelo las manzanas y se carga a hombros el cielo, momento en el cual Hércules coge las manzanas y se aleja a buen paso despidiéndose de Atlas.
Hay, sin embargo, otra variante que dice que es el propio Hércules quien va al jardín de las Hespérides a coger personalmente las manzanas matando al dragón encargado de su protección. Pero en las dos versiones, Hércules lleva las manzanas a Euristeo, quien se las regala al propio Hércules; este a su vez se las da a Atenea, quien por último las devuelve a su lugar de origen, por no estar permitido que estuvieran en ningún otro sitio.

La décima tarea de Hércules: Las vacas de Gerión


En esta ocación Euristeo le pide a Hércules traer vivas a Micenas, desde los confines del Océano, las vacas del monstruoso Gerión, ser de tres cuerpos que habitaba en Eritía, isla situada junto a lo que después fue Cádiz, junto al océano. Tenía el monstruo los tres cuerpos fundidos en uno desde la cintura para arriba, y bien separados desde las caderas hacia abajo. Sus innumerables vacadas eran pastoreadas por Euritión y guardadas por el también monstruoso perro bicéfalo Orto, hijo de Equidna y Tifoeo.
Éste es uno de los más largos viajes de Hércules. Hay dos versiones sobre este viaje, en una, lo empieza por Europa, pero pasa después a África, y arribando más tarde Tarteso, en la costa meridional de España, coloca allí, en los confines de Europa y África, como recuerdo de su paso, unas columnas que en lo sucesivo se llamarán las columnas de Hércules. En cambio, en la otra se implica, aunque no necesariamente, que haría todo el viaje por tierra, sin salir de Europa, y durante este viaje este viaje terrestre tiene lugar la aventura de la que resultará el nombre del Pirineo o cordillera pirenaica. En la primera versión, también se cuenta la formación o abertura del estrecho de Gibraltar, estableciendo comunicación entre el Océano y el Mediterráneo. En esta misma versión, se dice que Hércules, entonces, prosigue su viaje recibiendo del sol un calor excesivo, así que apunta con su arco contra el Sol; admirado éste de tanta audacia, le da una vasija de oro que le sirva de embarcación para llegar a la isla de Eritía atravesando el océano. Así lo hace Hércules, llega a su destino, golpea al perro de Orto con la maza, mata al vaquero Euritión, se lleva las vacas, mata también a Gerión, que acude, avisado por otro pastor a rescatarlas, mete las vacas en la vasija de oro, emprende la travesía de regreso y, habiendo llegado a Tarteso, devuelve la vasija al Sol , continuando su viaje, con el rebaño, a pie, por España e Italia en dirección a Grecia.Cuando Hércules pasa por Liguria, dos hijos de Poseidón llamados Yalebión y Dercino, intentan robarle el ganado y mueren a manos de Hércules. Continúa éste su viaje por Toscana y se da el episodio de Caco, que es de la otra versión. Caco, ser monstruoso, hijo de Vulcano y que respiraba llamas de humo, le roba a Hércules algunas de las vacas y se las lleva, tirándoles de los rabos y haciéndolas así andar hacia atrás, a la cueva donde solía vivir. Hércules descubre el hurto y el lugar donde había escondido Caco las vacas robadas, y entonces acomete a éste, descuajando los peñascos que formaban el techo de la cueva, y la da muerte, recuperando luego las vacas.
Continúa Hércules su viaje de regreso a Grecia y llega a Regio, en el extremo meridional de Italia, donde uno de los toros emprende veloz carrera, penetra en el mar y llega hasta Sicilia, hasta el campo de Érix, un hijo de Posidón que reinaba sobre los Élimos, el cual mezcla al toro entre sus propios rebaños.
Hércules encomienda a Hefesto la guarda de las vacas, y él se dirige a Sicilia en busca del toro desmandado, lo encuentra entre los rebaños de Érix y se lo reclama a éste. Érix le desafía a luchar con él, y, tras ser derrotado tres veces por Hércules, Érix muere. Hércules, después de haber recuperado al toro desmandado, se lo lleva, lo une de nuevo al resto del rebaño de Gerión y se dirige con este rebaño al mar Jónico, que atraviesan arribando a Grecia. En Grecia se dispersan las vacas por cuasa de un tábano que envía Hera contra el rebaño; Hércules las persigue por las montañas de Tracia; algunas se le escapan definitivamente y se hacen salvajes; las restantes las recupera, las lleva al Helesponto y, por fin, pasando de nuevo por Tracia, logra hacerlas llegar a Micenas y entregárselas a Euristeo, quien las sacrifica en honor de Hera.

La novena tarea de Hércules: El cinturón de Hipólita


En esta tarea Hércules debe traer el cinturón de Hipólita, reina de las Amazonas. Hércules se embarca, en compañía de aliados y voluntarios, y tras algunas escaramuzas en Paros y en Misia, arriba al país de las Amazonas, fondeando en Temiscira.
Allí Hércules recibe la visita de la reina la reina Hipólita, quien, después de enterarse por el propio Hércules del motivo de su visita, le promete darle el cinturón. Mas entretanto Hera, tomando la apariencia de una Amazona, se presenta ante la multitud de éstas y les miente, diciéndoles que su reina ha sido hecha prisionera por los extranjeros; las Amazonas entonces se lanzan a caballo contra el navío. Hércules, creyendo que se trata de una emboscada previamente dispuesta, da muerte a Hipólita, le quita el cinturón, y luchando con las otras Amazonas leva las anclas y se hace a la mar, arribando, no mucho después, a las costas de Troya.
Al llegar Hércules, Troya se encontraba afligida por una calamidad sumamente parecida, aunque no en su origen, a la que en Etiopía había remediado Perseo al liberar a Andrómeda, pues también en Troya estaba la hija del rey, llamada Hesíone, encadenada a una roca para ser devorada por un monstruo marino; pero el origen de tal desgracia había sido la perfidia del rey Laomedonte contra los dioses Poseidón y Apolo. Habían venido estos a Troya para ponerse al servicio de Laomedonte, ya fuera en figura humana y para probar a Laomedonte, ya sin disimular su condición de dioses y como castigo impuesto por Zeus por haberse rebelado contra él.

Hércules combatiendo contra Gerión, quien era un mounstruo con tres cuerpos.
Una vez llegado Hércules, Hesíone estaba encadenada esperando la llegada del monstruo que ha de devorarla. Allí Hércules salva a Hesíone matando al mounstruo marino y mediante un pacto con el padre de la joven. Hércules, pues, se ofrece a salvar a Hesíone, pactando con Laomedonte que recibirá en recompensa los caballos divinos que en otro tiempo entregara Zeus a Tros, abuelo de Laomedonte, como reparación por el pacto de su hijo Ganímedes. Hércules, espera la llegada del monstruo y le da muerte, tras de lo cual libera a Hesíone y se la entrega a su padre, pero, hay otra versión en la que la liberación es anterior a la matanza del monstruo, y después de la matanza Hércules da a escoger a Hesíone entre quedarse con su padre o irse con él, escogiendo la joven esto último, por temor a volver a ser entregada a cualquier nuevo monstruo; tras de lo cual Hércules se la deja en depósito a Laomedonte, juntamente con los caballos, hasta que él regrese con los Argonautas; y es en ese momento cuando Laomedonte se niega a entregarle los caballos. Hércules por el momento se limita a amenazarlo con la guerra, y se hace a la mar. Y tras algunas escaramuzas en Eno, en Tasos y en Torone, llega a Micenas y entrega a Euristeo el cinturón de Hipólita.

La octava tarea de Hércules: Las yeguas antropófagas de Diomedes


Euristeo ahora le pide a Hércules traer a Micenas las yeguas antropófagas de Diomedes, rey de Tracia e hijo de Ares, poseedor de unas yeguas a las que había enseñado a alimentarse de la carne de sus huéspedes. Hércules parte acompañado de algunos voluntarios, y durante su viaje de ida hace alto en Feras de Tesalia, en el palacio del rey Admeto, a cuya esposa Alcestis libera de los brazos de la Muerte.
Continúa este su viaje y al llegar a Tracia, al país de los Bístones, que eran los súbditos de Diomedes, fuerza la entrada a los establos y se lleva las yeguas en dirección al mar. Acuden los Bístones, con Diomedes a la cabeza, y entonces Hércules deja las yeguas al cuidado de su favorito Abdero, y él lucha con los Bístones, asesina a muchos de ellos incluyendo al rey Diomedes, y pone en fuga a los restantes. Las yeguas devoraron a Abdero; Hércules funda ahí la ciudad de Abdera, junto al sepulcro en el que entierra a su amigo, y lleva las yeguas a Euristeo. Éste las suelta, y las yeguas se encaminan al Olimpo, donde mueren a su vez devoradas por las fieras.

La séptima tarea de Hércules: El toro blanco de Zeus


En esta tarea Hércules tiene que capturar vivo de Creta al toro que había transportado a la princesa Europa para llevarla a presencia de Zeus, se trataba del toro que hizo brotar del mar Poseidón cuando Minos prometió sacrificar lo que del mar saliese; pues habiendo, en efecto, salido prodigiosamente un magnífico toro, Minos, admirado de su belleza, no quiso sacrificarlo, enviándolo a engrosar sus rebaños y sacrificando otro en su lugar; Poseidón, irritado, hizo salvaje al toro, pero, sobre todo, se tomó contra Minos la refinada venganza de hacer que su esposa Pasifae, hija del sol, cayese enamorada del toro, tanto que, llegó a la consumación de este amor bestial, concibiendo del toro el monstruo llamado Minotauro. Hércules se presenta a Minos y le expone su misión; Minos le autoriza capturarlo si puede. Así lo hace Hércules, se lo lleva a Euristeo (cruzando el mar Egeo a lomos del toro según Diodoro), y, después de mostrárselo, lo deja suelto. El toro recorre el Peloponeso, atraviesa el Istmo y acaba por establecerse en el Ática, en Maratón, donde causa estragos y algún tiempo después será muerto por Teseo en lo que será una de las más famosas hazañas de éste.

La sexta tarea de Hércules: Ahuyentar a las aves del Estinfalo


Ahora le es encomendado a Hércules ahuyentar a las aves del Estinfalo, lago de Arcadia, rodeado de espesa selva, en las que se refugiaban, huyendo de los lobos, innumerables aves. No sabiendo Hércules como hacerlas salir de la espesura, le da Atenea unas castañuelas de bronce que a su vez había ella recibido de Hefesto. Las hace sonar, y las aves, espantadas, emprenden el vuelo; Hércules entonces las abate a flechazos.